Avilés y el archivo de Ensidesa
JOSÉ MARÍA URBANO
C REO que fue en el año 2000 cuando convencí al anterior alcalde de Avilés, Santiago Rodríguez Vega, de la necesidad de que fuera personalmente a comprobar la riqueza del archivo de Ensidesa -el técnico, puesto que el social se encuentra en Llaranes, ya recuperado-, ubicado en el edificio situado en la misma parcela del Centro de Desarrollo Tecnológico, en la Avenida de Gijón. Un café en la terraza del Chiquito dio para explicarle al primer edil la oportunidad única de la que disponía esta ciudad y esta comarca: tener a su disposición edificios y un archivo único en el mundo, herencia de una Ensidesa que nació y se desarrolló en Avilés. Sólo en Avilés.
Santiago Rodríguez Vega no sólo fue a visitar el archivo, sino que vio en él la oportunidad de empezar a dar contenido a una Central Térmica que en aquel momento se vislumbraba como ese referente cultural que esta ciudad estuvo buscando durante años, como sede del Museo de la Industria. Luego, por el devenir de los hechos -los reales, no los que se siguen manipulando de forma interesada por algunos- hubo que sacrificar la Central Térmica ante la posibilidad de acoger en ese espacio un proyecto industrial multimillonario, una central de ciclo combinado, que vino de la mano de una empresa privada que, más tarde, tras obligar a la Corporación a realizar un cambio en el Plan General de Ordenación Urbana, dio, lisa y llanamente, la espantada. Es preferible no entrar en detalles.
Descartada la Central Térmica, llegó pronto la gran noticia de la inversión del Centro Niemeyer, que hoy se levanta al lado del muelle de San Agustín, y por fin Avilés encontraba ese icono del cambio que primero se había intentado con el Centro de Arte y más tarde con la Térmica.
Pero bien es cierto que por el camino se quedaron también muchas iniciativas. Entre otras, la de recuperar para la ciudad el archivo de Ensidesa. O la de convertirse en un referente en la rehabilitación del patrimonio industrial, tras pasar a formar parte del Comité Internacional de la Conservación del Patrimonio Industrial (Ticcih), de cuyos ambiciosos planes nunca más se supo, incluidas las enormes posibilidades que se hubieran abierto para aspirar a importantes subvenciones económicas de fondos europeos. Una iniciativa, por cierto, que nació en LA VOZ DE AVILÉS y asumida pronto por Rodríguez Vega.
Ahora, tras un primer intento abierto y cerrado en el pasado mes de febrero, ha vuelto a resucitarse el asunto del archivo de la antigua Ensidesa, zanjado estos días desde el equipo de Gobierno municipal con una vuelta de tuerca más, desconocida hasta el momento: el archivo fue cedido en su día al Principado -algo que sí se sabía- y éste lo depositará en el futuro Archivo Provincial, en la antigua cárcel de Oviedo, lo que constituye una novedad.
No deja de sorprender que esta información no haya trascendido hasta ahora. Lo que sí sabemos es que el actual propietario de la empresa siderúrgica no tiene el más mínimo interés por mantener ese archivo, por lo que en caso de que nadie se lo reclamase, es más que probable que todo su fondo fuera a dar a un contenedor y éste a cualquier rincón de algún emplazamiento de la multinacional.
¿Interesa el archivo de Ensidesa? Por supuesto que interesa. Es historia de esta ciudad, es el legado de una empresa que protagonizó la extraordinaria transformación de Avilés y de buena parte de Asturias, económica y socialmente. Es una 'herencia' que permitiría un uso en doble dirección: el de un archivo para estudiosos de la siderurgia, que merecería un acuerdo con la Universidad de Oviedo; y el de un museo en el que mostrar maquetas, fotografías, películas, piezas industriales... Ensidesa sólo hubo una en el mundo y se levantó en Avilés. Ése es su valor, con ingentes cantidades de información, documentos y piezas de museo que sólo pueden encontrarse en ese archivo de la Avenida de Gijón.
Hasta ahora, nadie ha esgrimido una sola razón convincente para que ese legado tenga que salir de la ciudad o de la comarca.
Y tampoco a nadie se le ha ocurrido apuntar el primer paso que, a mi juicio, debería darse. Lakshmi Mittal es propietario de una empresa que debe buena parte de su fortaleza actual a una siderurgia española que tuvo en Avilés su raíz. Y fue Avilés la que se benefició del desarrollo de aquella compañía, pero también fue la gran perjudicada en temas medioambientales que todavía nos marcan de cara al exterior -esas Baterías de cok sólo le interesan hoy al negocio de ArcelorMittal-, y más tarde en una reconversión siderúrgica, la del 92, que destruyó miles de empleos, cerró decenas de empresas y obligó a la arcas del Estado a desembolsar más de un billón y medio de pesetas para sanear la siderurgia española.
Por lo tanto, ArcelorMittal no puede mirar para otro lado cuando se trata de atender una mínima y justa correspondencia a una ciudad que está en la historia de las ciudades siderúrgicas del mundo. No puede dilatar cuestiones como su obligada presencia en el Patronato del Centro Niemeyer. Y pienso que tampoco se le estaría planteando nada desorbitado si se le pidiera que cediera a la ciudad de Avilés su archivo y el edificio de la Avenida de Gijón que le da cobijo. Es más, debería de ser un motivo de orgullo esa cesión para una multinacional que en los últimos tiempos no se significa precisamente por atender los intereses de las personas y de los territorios.
El Ayuntamiento tiene la palabra.
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