lunes, 17 de agosto de 2009

¿A QUIÉN BENEFICIAN, EXACTAMENTE, LOS BOLARDOS?

El último obstáculo

La negativa de la Policía Local a abrir un bolardo en la calle de Palacio Valdés obliga a trasladar en brazos a un perro enfermo de 45 kilos para darle una inyección letal
DENISE ALDONZA

El último obstáculo
Vista de la calle, con la clínica a la derecha y el bolardo al fondo. / MARIETA
La cerrazón de los agentes también causa perjuicio económico a la clínica veterinaria
«Lo siento, al veterinario no se puede acceder con el coche». Esto es lo que escuchan todos los clientes de la clínica Animalinos, ubicada en la calle de Palacio Valdés, cuando llevan a sus mascotas enfermas, según explica Teresa Paredes Fuciños, veterinaria.
La clínica se encuentra en una zona peatonal con bolardos en la entrada y salida de la calle, por lo que para llegar hasta la consulta los clientes tienen que llevar a los animales en brazos.
Teresa Paredes relata como un domingo por la tarde unos clientes llamaron con una urgencia. Llevaban un perro, un boxer de unos cuarenta y cinco kilos, para recibir la inyección letal ante su mal estado de salud. «El animal no se tenía en pie», aseguró la veterinaria. Al utilizar el interfono que hay junto al bolardo de entrada, la Policía Local dio negativas a los dueños alegando que tienen orden de no permitir el paso a ningún vehículo que se dirija a la clínica veterinaria.
La razón de esta situación es desconocida y Teresa Paredes recuerda como «uno de los agentes de policía me daba la razón, pero él no podía hacer nada». Además, explica que «son el jefe de la Policía Local y el concejal de Tráfico los únicos que pueden poner fin a esta cruda realidad».
El caso de este boxer no es aislado, ya que cada semana se repiten situaciones molestas a causa del difícil acceso. Además, «ya no es sólo el peso de las mascotas, sino que los dueños acuden muy preocupados y acongojados», apunta. El hecho de sacrificar a una mascota es un trago bastante duro y triste para cualquier persona, pero aún lo es más si se tienen en cuenta las trabas que se ponen a los dueños para llegar hasta la consulta.
Además, la veterinaria añade otros perjuicios que le causan los bolardos para el buen desarrollo de su trabajo, como el de dejar de vender sacos de quince kilos de comida «porque nadie quiere cargar con ellos hasta el aparcamiento más cercano donde hayan dejado el coche», destaca indignada a Teresa Paredes.
En los comentarios se lee que, obviamente, el problema no solo reside en la veterinaria. Hay negocios informáticos y tienen que cargar con la compra o los productos a reparar.
¡Ah! Y el problema no es sólo en esa calle, que conste…

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