sábado, 20 de julio de 2024

INDIA

El kalpa, un día y una noche del dios creador Brahma, abarca 8.640.000.000 de años de cálculo humano y 2.000 ciclos del mundo.

Al concluir 100 años de días y noches de Brahma, el universo se disuelve antes de iniciar otro siglo de descanso de Brahma y un ciclo renovado de creación.

El propósito de los ascetas indios siempre ha sido escapar del ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento. Con la liberación, dejan atrás las penas y los entusiasmos desviadores de la existencia corriente y entran en una esfera de conciencia más elevada.

Los bodhisattvas que siguieron a Buda –salvadores llenos de compasión por los sufrimientos del mundo- intentaron guiar gradualmente a las personas hacia la iluminación. El ejemplo es Avalokiteshvara, que en China se convirtió en Guan Yi, diosa budista de la compasión. Cuando alcanzó la iluminación Avalokiteshvara prefirió no pasar a un estado de beatitud y se quedó en la tierra a fin de proporcionar auxilio a los sufrientes.

El budismo se extendió por el norte hacia el Tíbet y luego por China, Corea y Japón. Por el sur también se difundió hasta Sri Lanka y sureste asiático. En India fue prácticamente reabsorbido por el hinduismo y, el propio Buda fue asimilado como novena reencarnación de Vishnú.

El hinduismo sostiene que el bienestar de la sociedad india depende de la casta sacerdotal: los brahmanes. Su conocimiento celosamente guardado del “Rigveda” –la colección más antigua de himnos hindúes- siempre se utilizó para justificar el poder que esgrimen. Buda no era brahmán, sino guerrero (ksatriya) y, por tanto, era indiferente a las distinciones de casta.

El jainismo era otro sistema de creencias que se ha mantenido al margen del hinduismo tradicional.

Los arios que alrededor de 1.700 a.C. destruyeron las antiguas ciudades de Harappa y Mohenjo-Daro adoraban los fenómenos naturales. La deidad suprema era Indra, dios de la tormenta, cuya arma era el rayo. En tanto que Purandara (“destructor del fuerte”) les concedió la victoria sobre los pueblos que vivían en ciudades amuralladas y fortificadas. El personaje de Indra que aparece en el “Rigveda” se parece mucho a un jefe guerrero. Se lo presenta como un gran luchador, matador de demonios y generoso bebedor de una bebida preparada por Soma, dios de los rituales. Probablemente se trataba de un alucinógeno y parece que las cualidades estimulantes de la bebida llamada soma fueron apreciadas por los dioses y sus sacerdotes, los brahmanes.

Otra deidad importante que se menciona en el “Rigveda” es Agni, dios del fuego. Es evidente que los himnos dedicados a Agni fueron compuestos por poetas embriagados con el jugo de la planta de Soma. Probablemente el creciente interés que se desató por la práctica del yoga a partir de 900 a.C. se debiera al anhelo de recuperar el éxtasis, que se perdió cuando los arios abandonaron las montañas donde crecía la planta.

Aunque las pruebas existentes son escasas, los hallazgos arqueológicos de Harappa y Mohenjo-Daro sugieren que probablemente hubo otras deidades –como Devi, la diosa madre y Shiva en tanto yogui divino- de origen anterior al de los arios.

Indra, Agni y Soma sufrieron una transformación. Aunque Indra siguió siendo la figura popular del panteón hindú, perdió su poder y su dignidad. Agni dejó de ser venerado y Soma se convirtió en la luna. Se dice que sus fases creciente y menguante se debían a que cada mes el dios tomaba de su orilla la bebida celestial. En lugar de estas deidades védicas surgieron Vishnú, Shiva, Devi y el oscuro Brahma. En el “Rigveda”, Vishnú aparece como dios del sol que sostiene el cielo y ayuda a Indra a matar demonios. Bajo la forma de Rudra (“aullador”), Shiva se sitúa en los límites del panteón y acecha con una fuerza siniestra que provoca o evita desastres. La diosa Devi y Brahma no desempeñan el menor papel en los primeros textos. La deidad creadora del “Rigveda” es Hiranya-garbha (“útero de oro”). Sólo hacia el fin del primer milenio a.C. Brahma fue identificado con Hiranya-garbha y el huevo de oro del que procede toda la nación.

Como su único interés es la estructura global del universo, Brahma da carta blanca a Vishnú y a Shiva como deidades que se dedican a la lucha contra el mal.

Vishnú y Shiva intervienen en los asuntos humanos cuando es necesario, pero se abstuvieron por primera vez cuando recibieron un desafío de Mahisha, un demonio-monstruo que había adquirido una fuerza invisible a través de terribles austeridades. Con excepción de la diosa Devi, ninguna deidad estaba dispuesta a retar al colosal búfalo de agua. En situación semejante, el panteón mesopotámico nombró a Marduk defensor contra la dragona Tiamat; con el fin de que estuviera preparada para la contienda, las deidades hindúes transmitieron sus poderes a la diosa. Bajo la forma de Durga, de diez brazos (“inaccesible”), Devi acudió a la batalla con Mahisha. Tras titánica lucha dominó al ser monstruoso, quedando garantizada la ascendencia de Devi, actualmente la deidad suprema del panteón hindú.

La incineración es una práctica fundamental de la vida ceremonial hindú. En el “Rigveda”, el dios del fuego, Agni consume el cuerpo durante la incineración y transporta el alma hacia una existencia maravillosa en el cielo. El ritual suele tener lugar junto a un río, de ser posible el Ganges, que los hindúes consideran el río más sagrado que existe, capaz de purgar los pecados de los que se bañan en sus aguas. 

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