domingo, 7 de julio de 2024

ÁFRICA

La leyenda etíope sostiene que Aksum fue la sede del Arca de la Alianza y que allí la llevó Menelik, hijo de Salomón y la reina de Saba. Según la constitución reformada de Etiopía, de 1.955, el emperador Hailé Selassié descendía “sin interrupción de la dinastía de Menelik”. La mayoría de los pueblos reconoce a una deidad suprema y todopoderosa. Los zulúes de África del Sur le llaman uKqili (“el sabio”), mientras que los akan de Ghana la conocen como Brekyirihunuade (“el que lo sabe y lo ve todo”). Cuando un rayo afecta al ganado dicen que uKqili ha sacrificado carne para servirla en su propia mesa. Conocido también con el nombre de Unkulunkulu (“jefe”), el dios del cielo zulú siempre estuvo considerado como el poderoso defensor de una nación guerrera. También es uMabonga-kutuk-izizwe-zonke (“el que ruge de tal modo que todas las tribus son dominadas por el terror”).

Otro mito africano común es la explicación de la mortalidad. Prácticamente todas las tribus cuentan con relatos que se refieren a mensajeros de la deidad suprema que transmiten instrucciones equivocadas a la humanidad. Según la versión zulú, la lagartija que porta el anuncio de la muerte deja atrás al camaleón que lleva las nuevas de la vida eterna. El camaleón llega tarde y se desanima al ver que las primeras personas han aceptado como verdaderas las palabras de la lagartija. Otra explicación de la muerte atribuye directamente la culpa a los seres humanos.

La idea del infierno no está arraigada en la mitología africana. Tradicionalmente, los zulúes situaban la morada de los muertos en el cielo. Los bosquimanos del desierto del Kalahari también piensan que las estrellas eran, anteriormente, animales o personas. Los antepasados difuntos podían aparecer en la tierra en forma de serpientes. Los ashanti de Ghana incluso reconocían que un personaje tradicional ntoro debía su existencia a una pitón.

Hace mucho tiempo, la pareja humana no pudo tener descendencia y una pitón roció sus vientres con agua y entonó un hechizo. A su debido tiempo tuvieron hijos y posteriormente los descendientes de sexo masculino mostraron su gratitud enterrando a toda pitón muerta que encontraban.

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