martes, 2 de julio de 2024

CANAÁN

Los cananeos creían que el hogar de un dios no era un templo levantado por el hombre –como pensaban los mesopotámicos-, sino una montaña: el monte Safón, situado al norte de Ugarit. Consideraban que ese monte era el hogar de Baal (que significa “señor”), el dios que desempeña el papel más destacado en los textos.

Uno de los principales mitos cananeos cuenta el descenso de Baal a los infiernos por orden de Mot, el dios de los muertos. Baal no pudo rechazar la invitación de Mot y en los infiernos se vio obligado a aceptar la comida de su anfitrión, de modo que tuvo que comer barro, el temido alimento de los muertos. Afligido, El se vistió de luto, echó ceniza sobre su cabeza e incluso se mutiló. Pero Anat (“señora de la montaña”), la esposa de Baal, no estaba dispuesta a perder a su marido y devolvió la vida al cadáver matando a Mot. Lo trató como a un trigal: lo cortó, lo cribó y lo sembró.

El mundo grecorromano conocía a Anat como Astarté, mito que fue asimilado y adoptado por los antiguos griegos. Según estos, Adonis era amado tanto por Afrodita, diosa del amor, como por Perséfone, reina de los infiernos. Como esta última no permitió la partida del apuesto joven, Afrodita descendió al mundo de los muertos para liberarlo. A diferencia de El, Zeus intervino en la disputa y decretó que Adonis pasara la mitad del año con cada una de sus admiradoras. El mito griego de Adonis no sólo debe mucho a los relatos sobre Baal, sino que se basa en el personaje que muere y renace de Tammuz, versión babilónica de Dumuzi. El culto a Tammuz, marido de Ishtar se difundió tempranamente por Canaán e incluso ocupó un lugar transitorio en la veneración hebrea.

Al parecer el panteón hitita también influyó en los antiguos griegos. Por ejemplo, existe un sorprendente paralelismo entre el titán griego Cronos y Kumarbi, rey de los hititas. En lugar de castrar al tiránico jefe supremo con una hoz, como hizo Cronos con su padre Urano, Kumarbi realizaba la hazaña mediante un simple mordisco.

Otro culto que supone la castración y que también se desplazó hacia el Oeste desde el Asia Menor fue el de Atis, amante de Cibeles, la diosa madre frigia. (Debe recordarse que, en 204 a.C. los partidarios de Atis tenían por costumbre cortarse los genitales).

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