Desde el primer momento de la existencia, e incluso antes del nacimiento, todo lo rítmico, armónico y apacible nos sugiere seguridad y paz, e induce a entrar en uno mismo por la puerta de la ensoñación.
Es por eso por lo que al oír el canto de una nana o el meneo suave de su cuna, los bebés se duermen automáticamente.
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