El cuerpo físico se duerme y cuando se encuentra en la fase REM de los sueños, el cuerpo astral despierta a fin de proyectarse hacia el exterior, libre para recorrer el mundo a su antojo. Pero este antojo no es precisamente obra de su voluntad, sino que consiste en una salida, impulsiva, definible como flujo involuntario, hasta que aprendemos que estos viajes astrales pueden ser planificados, igual que puede hacerse con las vacaciones.
Así, en cuanto la energía del cuerpo física se expande, el cuerpo astral se aparta y queda flotando por encima del cuerpo físico, como suspendido por obra de un efecto semejante al de un imán causado por la energía del aura expandida. Ahí lucha por salir del amodorramiento en que está sumido, finalmente logra salir de ese estado y se evade hacia lugares muy diversos.
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