El tiempo entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno se consideraba cada vez más peligroso en gran parte de Europa, incluso para los pueblos eslavos.
Al anochecer del 12 de diciembre, se creía que las fronteras entre los mundos se fusionaban. Durante este tiempo liminal, las “brujas” (probablemente fuerzas animistas causantes de las tormentas invernales) se reunían.
La gente velaba a los niños toda la noche para evitar secuestros. Se consideraba que era demasiado peligroso estar al aire libre y que cualquiera podía ser raptado.
Se creía que las reuniones de las brujas tenían lugar en los límites de puntos geográficos concretos: justo donde empezaba un bosque, al borde de un río, en la cima de una montaña o en un cruce de caminos.
La gente sujetaba manojos de hierbas protectoras a sus puerta y graneros para protegerse de estas oscuras fuerzas invernales. Si el manojo tenía algo añadido al recogerlo el 13 de diciembre, una bruja les había dejado una maldición, por lo que había que quemarlo.
Una vez pasado el peligro de la noche, el 13 de diciembre se convirtió en un día excelente para la adivinación.
Diana Rajchel
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