El inspector Héctor Salgado regresa a Barcelona de su Buenos Aires natal después de unas “vacaciones” impuestas por sus superiores. Y es que en el último año la vida y la carrera del inspector han ido más bien a la deriva: la repentina separación de su esposa, una abyecta red de tráfico de mujeres que usaba el vudú para tener controladas a sus presas y el cínico doctor que las manipulaba, eran una combinación demasiado explosiva para que Héctor no perdiera los estribos… Y los perdió. E hizo algo que un buen policía nunca debería hacer, algo que tendrá consecuencias trágicas e imprevisibles.
En esas circunstancias, Héctor no puede negarse a aceptar extraoficialmente un caso que en apariencia ya está resuelto para darle el carpetazo definitivo. La pasada noche de San Juan, entre alcohol y fuegos artificiales, el joven Marc Castells, hijo de un prominente empresario local, se precipitó al vacío desde la buhardilla de su propia casa. Nada parece indicar que la caída fuera sino un desafortunado accidente, pero tras las primeras investigaciones tanto Salgado como su compañera, Leire Castro, recién incorporada a la unidad, se percatan de que los mejores amigos de la víctima ocultan más de un secreto. Y así, bajo el calor bochornoso que azota Barcelona, Salgado y Castro irán desvelando una compleja red de mentiras y medias verdades, enfrentándose a la presión de unos apellidos respetables y poderosos que quieren ver el caso cerrado cuanto antes. Pero los muertos claman justicia y Salgado no está dispuesto a que nadie, por mucho dinero que tenga, consiga acallar sus voces.
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