Zaduski, el equivalente polaco del Día de los Muertos, comenzó como una forma de apaciguar a los espíritus humanos difuntos en la época precristiana.
El 31 de octubre es Dziady, un día de conversaciones ancestrales y para hablar con los fantasmas. Con la llegada del catolicismo, la fiesta se convirtió en el Día de Todos los Santos.
Los espíritus se agitaban y con los que se hablaba en Dziady eran conducidos a sus tumbas y al más allá el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) o el Día de Todas las Almas (2 de noviembre).
En estos días, la gente viaja para reunirse con sus familias y luego visita las tumbas de sus seres queridos, encendiendo una vela en la tumba y recitando oraciones.
En algunas comunidades, la gente hornea pan para llevarlo a las tumbas y para distribuirlo entre el clero y los miembros de la comunidad necesitados de alimentos.
A diferencia del secular Halloween, este día es de solemne recuerdo y un momento para que las familias se reúnan.
Las tradiciones sobre la muerte teñían la antigua vida eslava: si alguien fallecía en una casa, todas las puertas y ventanas debían abrirse lo antes posible tras su fallecimiento para dejar libre al espíritu. Los dolientes daban la vuelta a los espejos o los cubrían con sábanas para evitar que el alma del difunto quedara atrapada.
Los muertos tenían un viaje, y el trabajo de la familia consistía en asegurarse de que nadie se perdiera.
-Diana Rajchel