En nuestros días, la fiesta de San Valentín, tiznada de connotaciones comerciales, no significa mucho más que un festival de marcas publicitarias, rosas rojas y dulces con forma de corazón.
Para algunos continúa siendo una hermosa manera de decir “te quiero”, para otros una fiesta cursi a través de la cual nuestra sociedad de la opulencia nos acorrala hacia el consumismo, pero lo que casi todos ignoran son las raíces del Día de los Enamorados, que se remontan a cultos muy antiguos llenos de magia y sacralidad.
¿Quién fue San Valentín?
Los orígenes de las celebraciones en honor a este santo se remontan a la Edad Media cuando el Papa Gelasto estableció en el año 498, el día 14 de febrero para honrar a San Valentín. Pero realmente ¿quién fue este hombre y por qué utilizar su memoria para conmemorar el amor?
Durante el Imperio Romano el emperador Claudio II intentó realizar un experimento. Tenía la creencia de que los hombres solteros eran más fieros en el campo de batalla y podían entregarse mejor al arte de la guerra, así que con el fin de lograr un ejército invencible, prohibió que los soldados contrajesen matrimonio. Al parecer, un sacerdote llamado Valentín, considerando que ninguna autoridad mundana tenía el derecho a decidir sobre un sentimiento tan puro como el amor, decidió contravenir las órdenes imperiales y casar a cuantos soldados se lo pidieran. El emperador, al descubrir los matrimonios furtivos consagrados por este rebelde sacerdote, lo mandó matar y, según cuenta la leyenda, esta muerte se produjo un 14 de febrero. Según esta misma leyenda, estando encarcelado y conociendo su fatal destino, Valentín estableció una hermosa amistad con la hija del carcelero a la que el día que iba a ser ajusticiado dejó una carta en cuyo sobre ponía “con amor de tu Valentín”.
Un culto ancestral
Según algunas investigaciones no se puede saber con exactitud la fecha en que murió San Valentín, pero la iglesia católica seleccionó el 14 de febrero para unir el culto al santo casamentero con otros cultos ancestrales en honor a la Naturaleza que eran celebrados desde muy antiguo en la misma fecha.
Para los antiguos pueblos indoeuropeos el 25 de diciembre nacía el Dios Solar y, tras su nacimiento, se iniciaba un proceso de purificación que duraba 40 días y que finalizaba a comienzos de febrero, fecha en la que comenzaban los ritos de la fecundidad que abrirían el nuevo ciclo de la Madre Tierra. Según las antiguas creencias en el día 14 del mes de febrero todas las fuerzas de la Naturaleza lograban unirse regenerando por completo el ciclo de la vida.
Los romanos tomaron de las tradiciones indoeuropeas estas fiestas en honor a la Madre Naturaleza y celebraron las lupercalias, celebraciones muy relacionadas con la fertilidad. En ellas, el día 15 de febrero, los hombres vestidos con pieles de lobos y portando látigos de cuero, azotaban a quienes se encontraban por su camino. Las mujeres tenían la creencia de que obteniendo esos azotes lograrían ser más fértiles, ya que los latigazos activaban sus zonas erógenas y su riego sanguíneo y al ir, tras recibirlo al encuentro de sus varones, muchas de ellas lograban su objetivo de quedarse embarazadas.
A lo largo de los siglos, esta fecha de orígenes mágicos fue obteniendo las connotaciones románticas que hoy conocemos.
Durante el Renacimiento se sabe que muchos prisioneros enviaban poemas de amor a sus enamoradas y durante el siglo XVIII se aprovechaba esta fecha para que los jóvenes cortejaran a las muchachas del pueblo. Una de las costumbres más antiguas era la práctica de escribir el nombre de mujeres en pedazos de papel, echarlos en una jarra y sacarlos por turnos. La mujer cuyo nombre era sacado por un hombre se convertía en su Valentina y el muchacho tenía que cortejarla. Poco a poco esta tradición fue adquiriendo sus connotaciones actuales, se comenzaron a realizar regalos y a entregar tarjetas hasta llegar a ser lo que es en nuestros días.
Una fecha mágica
Según la numerología, el 14 de febrero es una fecha marcada por la magia. El número 14 incluye dos veces el 7, que es el número mágico por antonomasia y la suma del 1+4+2 vuelve a remitirnos al 7, que es el número místico por excelencia en todas las tradiciones del mundo, desde el judaísmo hasta el islam, pasando por la mística hindú y otras tradiciones como la Alquimia o la Teosofía.
Las flechas del amor
Aunque el propio nombre de San Valentín evidencia sus implicaciones católicas, gran parte del simbolismo de esta fecha nos remonta a sus orígenes profanos.
El santo que protege a los enamorados en realidad no era el causante del nacimiento del amor entre dos (o más) personas, sólo legitimaba su unión ante Dios, pero ¿quién provocaba este sentimiento?
Para los griegos, el culpable de la aparición de este sentimiento era su dios Eros, más conocido como Cupido (su forma romana). Este dios, representado con la figura de un niño, era hijo de Venus, la diosa del Amor; la cual transcurrido el tiempo y viendo que su hijo mantenía su imagen infantil, comenzó a preocuparse y fue hasta el oráculo de Temis para consultarle su problema y éste le contestó: “El amor no puede crecer sin pasión”.
Lo cierto es que Venus no acabó de entender esa respuesta hasta que nació su hijo Anteros, el dios de la Pasión. Cuando estaba junto a él, Eros crecía hasta convertirse en un apuesto joven; pero cuando se separaban, el dios del Amor volvía a su forma infantil y seguía con sus travesuras.
Según cuenta la leyenda, Eros portaba dos tipos de flechas: unas de oro, que producían un amor instantáneo y otras de plomo, que provocaban la absoluta indiferencia. Al ser un dios niño, con frecuencia lanzaba sus flechas a lo loco y por ello, en muchas ocasiones, las personas se enamoraban de quien menos debían.
El amor es...
Niño: Como vemos en el mito, la esencia del amor es infantil, por tanto para mantenerla viva no debemos tratar de dominarla. Sólo sabremos vivir el amor si somos capaces de dejarnos llevar por el niño que llevamos dentro, adentrándonos en el intenso juego de los sentimientos.
Apasionado: Como relata el mito, el amor no puede crecer sin pasión. Durante los primeros meses de las relaciones, la pasión es uno de los ingredientes principales en la receta de la felicidad romántica; pero con el paso del tiempo se va evaporando y hay que llamarla para que no desaparezca. Así que toma nota, no te dejes llevar por la pereza y échale un poco de pimienta a tu relación de pareja. Si lográis no dejar de sorprenderos mutuamente la llama de vuestra relación crecerá indefinidamente.
Agridulce: En el mito vemos como Eros lanzaba flechas de oro y flechas de plomo, lo que nos demuestra que en la esencia del amor están tanto los sentimientos de los enamorados como la indiferencia del desamor. Si Eros te ha tocado con una flecha de plomo no desesperes, piensa que el amor en el fondo tiene un origen aleatorio y que igual que hoy te encuentras desamor, mañana tu corazón puede ser tocado por una flecha de oro y vivir la historia de amor más bonita del mundo. Pero jamás pienses que no eres lo suficientemente bueno para la persona que amas, eres un ser único e irrepetible al que alguien, en algún lugar, estará esperando para vivir la magia de los sentimientos, así que no te empeñes en conquistar un amor que no es el tuyo, y mantén tus sentidos alerta para no dejar escapar tu flecha dorada.
Ciego: Como ya hemos dicho, el amor es aleatorio y uno no puede ver los defectos en la persona a la que ama o verlos y no poder dejas de sentir amor. Ante esto, no olvides que el amor es cosa de dos y que no debes estar al lado de alguien que no te respeta, ya que tu relación dejará de basarse en un sentimiento libre para convertirse en dependencia.
Pero si, por el contrario, nace en tu corazón el amor por alguien que a los ojos de los demás no es suficientemente hermoso o inteligente, haz caso solamente a tus sentimientos, ya que a veces los mayores tesoros están reservados a la vista de unos pocos y puedes llegar a perderlos si te dejas llevar por los perjuicios ajenos.
Rebelde: El amor en esencia es rebelde, como vemos incluso en la biografía de quien dio el nombre al Día de los Enamorados, no hay mayor rebeldía que la fuerza de los sentimientos. Si amas, déjate llevar por la fuerza de tu corazón aunque te conduzca a hacer cosas que la razón no entienda.
No dejes que nadie te diga a quién puedes o no amar, ya que como hemos visto, el amor es un pinchazo lanzado directamente por los dioses y ¿quiénes somos nosotros para juzgar los designios divinos?
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