Por lo general, se le considera detentador de males y desgracias y aparece como un símbolo del maligno en multitud de ocasiones. A lo largo del tiempo ha venido asociándose al dragón con la rigurosidad de los vigilantes y centinelas. Al final de todos los obstáculos descritos en los distintos mitos aparece siempre, indefectiblemente, la figura del dragón como un guardián insobornable e inexorable. Y, así, en Occidente, por ejemplo, un dragón guarda el Vellocino de Oro. También el idílico “Jardín de las Hespérides” –las 3 hijas de Atlas que vivían en un hermoso vergel con árboles que tenían por frutos hermosas manzanas de oro- estaba guardado por un dragón de proporciones gigantescas, de gran ferocidad, y que poseía, según la leyenda, cien cabezas; parece ser que fue el legendario héroe Heracles quien dio muerte al dragón y se apoderó de las manzanas de oro, ese fruto dorado.
En el lejano Oriente, numerosas narraciones populares corroboran la función de guardián atribuida al dragón y, en tal sentido, aparece como el último y más dificultoso estorbo a evitar o eliminar para acceder a la posesión de la atractiva Perla.
No sólo aparece el dragón como símbolo del vigilante de bienes materiales, sino también de bienes intangibles y metafísicos como, por ejemplo, se nos muestra el apólogo de Sigfrido, cuando se descubre que la riqueza escondida tras el dragón de los muchos ojos no era otra cosa que la inmortalidad.
Para la tradición cristiana, el dragón forma parte de los signos emblemáticos nefastos y es un animal que hay que extirpar; en tal sentido, son muchos los ejemplos expuestos en su iconografía, tales como el arcángel San Miguel luchando contra el dragón, o el dragón que se revuelve contra la lanza de San Jorge, además de que, en ocasiones, el propio Maestro es quien aplasta la cabeza del dragón.
Para los psicólogos, este animal representa la incipiente lucha entre instintos primarios y la propia razón, por lo que simbolizaría la batalla que lleva a cabo el Yo para consolidarse contra las fuerzas, siempre en continua actividad, del inconsciente.
Este animal que, zoológicamente pertenece al orden de los saurios y que habita en la zona tropical del continente asiático, está cargado de significación emblemática entre los distintos pueblos y culturas de las diversas zonas orientales; por tanto, no sólo existe una concepción simbólica, por así decirlo, negativa, relacionada con el dragón, sino también un aspecto beneficioso a entresacar del simbolismo del animal de marras. Lo cierto es que existen muchos significados emblemáticos de gran importancia referidos al dragón entre los pueblos del lejano Oriente, especialmente entre la India y China, así como también entre los japoneses y las Filipinas. En tal sentido, en los pueblos del valle del Indo se identifica al dragón con Agni –personificación del cielo, que vigila con sus innumerables ojos, al tiempo que protege a quien le pide ayuda-, es decir, con el origen y principio del cielo y la tierra.
En las distintas figuras de los hexagramas chinos puede advertirse la variedad de funciones referidas al dragón por estos pueblos del oriente del mundo. Y así, por ejemplo, se habla de un primer dragón oculto que, por tanto, no se percibe pero que actúa de forma manifiesta en determinadas ocasiones, tales como para retornar al principio y al origen o, también, para convertirse en un dragón volador y en un dragón saltador.
Pero donde adquiere mayor importancia el significado emblemático del animal que estamos reseñando es al relacionarlo con el poder de los emperadores, mandarines y gobernantes. En este sentido, se le asocia, al dragón, con las potencias celestes, que ordenan y crean; por lo que se le considera como un símbolo de los emperadores y de los poderosos.
Entre los hebreos, el dragón era símbolo de la lluvia y de la tormenta y, puesto que escupía fuego, también detentaba un significado emblemático asociado al rayo.
Al propio tiempo, también se le reconocía como un genio del trueno y, en este sentido, detentaba todas las características de un principio renovador y activo, cual es el “Yang”; aunque, al propio tiempo, es un principio relacionado con el primer elemento esencial agua y, por lo mismo asociado con el principio “Yin”.
En algunos países de occidente se halla presente la figura del dragón en sus enseñas y banderas y así en el País de Gales se tiene por emblema a un dragón rojo.
En ocasiones, los simbolistas han relacionado al dragón con la famosa ballena en la que Jonás se introdujo por la fuerza de atracción de las fauces de aquella. Así como la ballena arroja, al fin, a Jonás de su vientre, también el dragón, una vez que ha engullido a su víctima, la expulsa fuera de sí, no sin antes haberla transfigurado.
También aparece la figura del dragón como protagonista de numerosas leyendas y cuentos y fábulas y. como puede comprobarse, ha sido objeto de utilización creativa por los diversos artistas plásticos y, muy especialmente, por narradores prestigiosos como Goethe, en su obra “Fausto”, y por poetas como R. M. Rilke.
Según explica Frazer en su investigación sobre la significación de estos animales a través de las distintas culturas, el dragón aparece por lo general asociado al elemento esencial agua. Y, en este sentido, forma parte de numerosas leyendas y cuentos de la antigüedad que relacionan a ambos. Por ejemplo, el famoso relato, común a innumerables culturas y pueblos que cuentan con distintas versiones de la misma narración, pero que, en esencia, vienen a querer simbolizar lo mismo. La historia, tanto en oriente como en occidente, viene a contarse del siguiente modo: “En cierto país, un dragón de muchas cabezas tiene atemorizada a la población, pues exige que de forma regular le entreguen a uno de sus ciudadanos –por lo común era una doncella- para así satisfacer los deseos bárbaros del temible animal. Muchas víctimas han perecido ya y al fin la suerte ha recaído sobre la hija del rey, que va a ser sacrificada y es entregada al monstruo cuando el héroe del cuento, generalmente un joven de condición humilde, se interpone en su defensa, mata al monstruo y recibe como recompensa la mano de la princesa; ambos se casan y viven felices para el resto de sus días.”
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