Retrato
de la época de Erzsébet Báthory.
Erzsébet
Báthory, la historia
Gabriella
Erzsébet o Alžbeta (Elizabeth) Báthory-Nádasdy de Ecsed nace en
una de las familias más antiguas y adineradas de Transilvania
(Erdély
en húngaro). Su nombre ha sido traducido también por Elizabeth. Fue
hija que nació de un matrimonio consanguíneo, su madre Anna
Báthory casó en terceras nupcias con su primo el Barón Jirî o
György
Báthory de Ecsed, teniendo durante el matrimonio 4 hijos,
Erzsébet hermana de István
Báthory (1533-1586),
Gran Príncipe (Fejedelem)
de Transilvania y rey de Polonia
entre 1575 y 1586
y dos hijas más, Sofía y Klara Báthory. Entre sus familiares se
encuentran personajes poderosos (un cardenal, varios príncipes y su
primo Zsigmond Báthory que fue Gran Príncipe de Transilvania,
mediante su matrimonio con la princesa María Cristina de Habsburgo).
Pasó su infancia en el castillo de los Ecsed (actualmente conocido
como castillo de Čachtice
o Csejte, su nombre húngaro). Se dice que a los 4 ó 5 años de edad
la pequeña Erzsébet sufrió de violentos ataques: puede que
padeciera epilepsia
o alguna otra enfermedad neurológica;
en todo caso, remitieron cuando aún era pequeña.
Como
era corriente en la época, a los once años fue prometida al Conde
Ferenc Nádasdy de Nádasd y Fogarasföld, quien le doblaba la edad.
Un año después, la enviaron a vivir en el castillo de los Nádasdy,
para que fuera conociendo a su nueva familia. Nunca hizo buenas
amigas con su suegra, Úrsula, matriarca del clan; al parecer, la
joven Báthory hacía valer el rango superior de su apellido con una
frecuencia que la enojaba.
A
los trece años quedó embarazada de uno de sus sirvientes. El
muchacho fue castrado y arrojado a los perros, y Erzsébet enviada a
otro remoto castillo familiar para que pariera. Se hizo desaparecer
al bebé.
A
diferencia de la mayoría de mujeres (y hombres) de su tiempo,
Erzsébet había recibido una buena educación y su cultura
sobrepasaba a la de la mayoría de los hombres de entonces. Era
excepcional, "hablaba perfectamente el húngaro,
el latín y el
alemán,
mientras que la mayoría de los nobles húngaros no sabían ni
deletrear ni escribir [...] hasta el Príncipe
de Transilvania era prácticamente analfabeto".
Cada detalle de su vida nos muestra a una persona muy inteligente, en
total control de sus facultades mentales.
A
los 15 años, en 1575,
se casó con Ferenc, que entonces contaba 26 años de edad. La
ceremonia tuvo lugar con gran lujo en el castillo de Varannó (su
nombre eslovaco es Vranov nad Toplou); incluso se invitó al
emperador Maximiliano
II, que no pudo acudir. Fue Ferenc quien adoptó el apellido de
soltera de su esposa, mucho más ilustre que el suyo. Se fueron a
vivir al castillo de Čachtice,
en compañía de su suegra Úrsula y otros miembros de la casa. El
joven conde no pasaba mucho tiempo por allí: la mayor parte del
tiempo estaba combatiendo en alguna de las muchas guerras de la zona
(empalando a sus enemigos sin compasión), lo que le mereció el
apodo de "Caballero Negro de Hungría". Existe registro
epistolar de cómo
Ferenc y Erzsébet intercambiaban información sobre las maneras más
apropiadas de castigar a sus sirvientes, esto era normal entre los
nobles de la época. Las posesiones de esta pareja de nobles húngaros
eran enormes, y se requería además un férreo control sobre la
población local, de origen húngaro,
rumano y eslovaco.
Ferenc
y Erzsébet apenas se veían debido a las actividades guerreras del
primero, así que no fue hasta 1585,
diez años después de su matrimonio, que la condesa tuvo a su
primera hija, Ana, y en los nueve años siguientes dio también a luz
a Úrsula y Katherina. Finalmente, en 1598,
alumbró a su único hijo varón, Pál.
En
la gélida mañana del 4
de enero de 1604,
el Caballero Negro de Hungría murió de súbita enfermedad durante
una de sus batallas y dejó viuda a Erzsébet, que contaba con 44
años. Es aquí cuando comienzan sus supuestos crímenes. Para
empezar, despidió a su muy odiada suegra del castillo, junto con el
resto de la parentela Nádasdy; las muchachas a las que ésta
protegía en esos momentos fueron llevadas a los sótanos y allí
recibieron por fin los castigos que, en opinión de Erzsébet, se
merecían.
Esto
dejó a Erzsébet en una situación peculiar. Señora feudal
de un importante condado de Transilvania, metida en todas las
intrigas políticas de aquellos tiempos convulsos, pero sin ejército
con que proteger su poderío. Por la misma época, su hermano Gábor
se convirtió en Príncipe de Transilvania, con el apoyo económico
de la riquísima Erzsébet. Gábor se metió pronto en una guerra con
los alemanes; por
complejas razones políticas, esto la ponía en peligro de ser
acusada de traición
por el Rey Mátyás
II de Hungría -quien probablemente ambicionaba sus extensos
dominios-. Viuda como era, se vio más vulnerable y aislada que
nunca.
Es
por esta época que empiezan a escucharse rumores de que algo muy
siniestro ocurre en el castillo de Čachtice. A través de un pastor
protestante
local, llegan historias de que la condesa practica la brujería
(explícitamente, la magia
roja) y para ello utiliza la sangre de muchachas jóvenes -una
típica acusación muy popular en la época, similar a las que se
realizaban contra los judíos y disidentes-. Es curioso observar el
paralelismo con Juana
de Arco, acusada igualmente de brujería cuando su poder político
se consideró peligroso para el sistema establecido. Mátyás ordena
a un primo de Erzsébet enemistado con ella, el conde György Thurzó,
que tome el lugar con sus soldados y realice una investigación. Dado
que la señora de Báthory carecía de fuerza militar propia, no hubo
resistencia.
Según
la investigación del conde Thurzó, hallaron en el castillo
numerosas muchachas torturadas en distintos estados de desangrado, y
un montón de cadáveres por los alrededores. En 1612
se inició un juicio en Bitcse (Bytča
en eslovaco). Erzsébet se negó a declararse inocente o culpable, y
no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí
lo hicieron, por la fuerza, fueron sus colaboradores. János Ujváry,
el mayordomo,
testificó que en su presencia se habían asesinado como mínimo a 37
"mujeres solteras" de entre once y veintiséis años; a
seis de ellas las había reclutado él personalmente para trabajar en
el castillo. La acusación se concentró en los asesinatos de jóvenes
nobles, pues los de las siervas carecían de importancia. En la
sentencia todos fueron declarados culpables, unos de brujería, otros
de asesinato y
los demás de cooperación.
Todos
los seguidores de Erzsébet, excepto las brujas, fueron decapitados y
sus cadáveres quemados; éste fue el destino de su colaborador
Ficzkó. A las brujas Dorottya, Ilona y Piroska les arrancaron los
dedos con tenazas al rojo vivo "por haberlos empapado en sangre
de cristianos"
y las quemaron vivas. Erzsi Majorova, una burguesa de la zona acusada
de cooperación, también fue ejecutada. Katarina Beneczky, que con
catorce años era la más joven de las ayudantes de Erzsébet, salvó
la vida por petición expresa de una superviviente, aunque recibió
cien latigazos en el cuerpo.
Pero
la ley impedía que Erzsébet, una noble, fuese procesada. Fue
encerrada en su castillo. Tras introducirla en su mazmorra, los
albañiles sellaron puertas y ventanas, dejando tan sólo un pequeño
orificio para pasar la comida. Finalmente el rey Mátyás II pidió
su cabeza por las jóvenes aristócratas que supuestamente habían
muerto a sus manos, pero su primo el Gran Príncipe de Transilvania
le convenció para que retrasara el cumplimiento de la sentencia de
por vida. Así es que la condenaron a cadena perpetua en
confinamiento solitario. Esta pena implicaba también la confiscación
de todas sus propiedades, lo que Mátyás venía ambicionando desde
tiempo atrás.
El
31 de julio de
1614 Erzsébet, de 54
años, dictó testamento y últimas voluntades a dos sacerdotes de la
catedral del arzobispado de Esztergom. Ordenó que lo que quedaba de
las posesiones familiares fuese dividido entre sus hijos.
El
21 de agosto
de 1614, uno de los
carceleros la vio caída en el suelo, boca abajo. La Condesa Erzsébet
Báthory estaba muerta después de haber pasado cuatro largos años
emparedada, sin ni siquiera ver la luz del sol. Pretendieron
enterrarla en la iglesia
de Čachtice, pero los habitantes locales decidieron que era una
aberración que la "Señora Infame" fuera enterrada en el
pueblo, y además en tierra sagrada. Finalmente, y como era "uno
de los últimos descendientes de la línea Ecsed de la familia
Báthory" la llevaron a enterrar al pueblo de Ecsed,
en el noreste de Hungría, el lugar de procedencia de la poderosa
familia. Todos sus documentos fueron sellados durante más de un
siglo, y se prohibió hablar de ella en todo el país.
Dos
años después, las hijas y el hijo de Erzsébet fueron finalmente
acusados de traición por el apoyo de su madre a la guerra contra los
alemanes; Anna Báthory, una prima de la condesa, llegó a sufrir
tortura por este motivo en 1618,
cuando contaba 24 años, pero sobrevivió. Finalmente la mayor parte
de la familia Báthory-Nádasdy huyó a Polonia; algunos retornaron
después de 1640. Un
nieto sería ejecutado en 1671
por oponerse al Emperador Alemán. En la Hungría contemporánea,
Erzsébet Báthory está completamente rehabilitada y - al igual que
Juana de Arco- muchos la consideran heroína
nacional.
Erzsébet Báthory, la leyenda
Según
la leyenda, Erzsébet Báthory fue una cruel asesina en serie
obsesionada por la belleza,
que utilizaba la sangre de sus jóvenes sirvientas y pupilas para
mantenerse joven en una época en que una mujer de 44 años se
acercaba peligrosamente a la ancianidad. La leyenda cuenta que
Erzsébet vio a su paso por un pueblo a una anciana decrépita y se
burló de ella. La anciana ante su burla la maldijo diciéndole que
ella también estaría como una vieja en poco tiempo.
Según
el testimonio del conde György Thurzó (primo y enemigo de Erzsébet,
nombrado investigador general por el Rey) cuando su hueste llegó al
castillo el 30
de diciembre de 1610
no halló oposición, ni a nadie para recibirles. Lo primero que
vieron fue a una sirvienta en el cepo del patio, en estado agónico
debido a una paliza que le había fracturado todos los huesos de la
cadera. Esto era práctica corriente y no les llamó la atención,
pero al acceder al interior se encontraron a una chica desangrada en
el salón, y otra que aún estaba viva aunque le habían agujereado
el cuerpo. En la mazmorra encontraron a una docena que todavía
respiraba, algunas de las cuales habían sido perforadas y cortadas
en varias ocasiones a lo largo de las últimas semanas. De debajo del
castillo exhumaron los cuerpos de 50 muchachas más. Y el diario de
Erzsébet contaba día por día sus víctimas, con todo lujo de
detalles, hasta sumar un total de 612 jóvenes torturadas y
asesinadas. Por todas partes había toneles de ceniza y serrín,
usados para recoger la sangre que se vertía tan pródigamente en
aquel lugar. Debido a esto, todo el castillo estaba cubierto de
manchas oscuras y despedía un tenue olor a podredumbre. Se decía
que mientras su esposo estaba fuera, ella mantenía relaciones
sexuales con sirvientes de ambos sexos, y se rumoraba que cuando
tenía sexo con chicas no era raro que las mordiese salvajemente.
Todo
empezó en 1604, poco después de la muerte de su marido. Una de sus
sirvientas adolescentes
le dio un involuntario tirón de pelos mientras la estaba peinando.
Al principio tuvo mucha suerte: la condesa reaccionó reventándole
la nariz de un fuerte bofetón (cuando lo normal entre la nobleza de
la época habría sido sacarla al patio para recibir cien
bastonazos). Pero cuando la sangre salpicó la piel de Erzsébet, a
ésta le pareció que allá donde había caído desaparecían las
arrugas y su piel recuperaba la lozanía juvenil. La condesa,
fascinada pensó que había encontrado la solución a la vejez, y
siempre podría conservarse bella y joven. Todas las leyendas sobre
canibalismo aseguran igualmente que la sangre humana prolonga la
juventud. Tras consultar a sus brujas
y alquimistas, y
con la ayuda del mayordomo Thorko y la corpulenta Dorottya,
desnudaron a la muchacha, le hicieron un profundo corte en el cuello
y llenaron un barreño con su sangre. Erzsébet se bañó en la
sangre, o al menos se embadurnó con ella todo el cuerpo, y
probablemente la bebió, para recuperar la juventud.
Entre
1604 y 1610,
los agentes de Erzsébet se dedicaron a proveerla de jóvenes entre 9
y 26 años para sus rituales sangrientos. En un intento de mantener
las apariencias, habría convencido al pastor protestante local para
que sus víctimas tuviesen entierros cristianos respetables. Cuando
la cifra comenzó a subir, éste comenzó a manifestar sus dudas:
morían demasiadas chicas por "causas misteriosas y
desconocidas". Así es que ella le amenazó para que callase y
comenzó a enterrar en secreto los cuerpos desangrados. Ésta es, al
menos, la versión de este pastor, que fue quien la denunció
"oficialmente" al Rey Mátyás a través de la curia
clerical.
Más
adelante, en la época en la que los errores de Gábor la pusieron en
una situación política delicadísima, tomó la costumbre de quemar
los genitales a algunas sirvientas con velas, carbones y hierros por
pura diversión. También generalizó su práctica de beber la sangre
directamente mediante mordiscos en las mejillas, los hombros o los
pechos. Para estas cuestiones privadas se apoyaba en la fuerza física
de Dorottya Szentes, que aunque ya mayor, seguía siendo muy capaz de
inmovilizar a cualquier joven en la posición requerida. Esto ocurrió
mientras estuvo en Viena.
En
1609 Erzsébet, por
la falta de sirvientas en la zona como consecuencia de tantos
crímenes, cometió el error que acabaría con ella: utilizando sus
contactos, comenzó a tomar a niñas y adolescentes de buena familia
para educarlas. Algunas de ellas comenzaron a morirse pronto por las
mismas "causas misteriosas y desconocidas". Esto no era
raro en aquella época, con sus elevadísimas tasas de mortalidad
infantil y juvenil, pero en el "internado" de Čachtice el
número de fallecimientos era demasiado alto. Ahora las víctimas
eran hijas de la aristocracia
menor, por lo que sus muertes eran consideradas importantes. La bruja
Darvulia le habría prevenido que nunca tomara nobles, pero esta
anciana había fallecido algún tiempo atrás. Fue su amiga Erszi
Majorova, viuda de un rico granjero que vivía en la cercana
localidad de Milova, quien convenció a la condesa de que no pasaría
nada.
Hacia
el final, muchos cuerpos se ocultaron en lugares peligrosamente
insensatos, como campos cercanos, silos de grano, el río que corría
bajo el castillo, el jardín de verduras de la cocina... Finalmente,
una de las víctimas logró escapar antes de que la matasen e informó
a las autoridades religiosas. Esto era algo que había ocurrido
varias veces en el pasado, con sirvientas; por ejemplo, en el otoño
de 1609...
"...una
joven de doce años llamada Pola logró escapar del castillo de algún
modo y buscó ayuda en una villa cercana. Pero Dorka y Helena Jo se
enteraron de dónde estaba por los alguaciles, y tomándola por
sorpresa en el ayuntamiento, se la llevaron de vuelta al Castillo de
Cachtice por la fuerza, escondida en un carro de harina. Vestida sólo
con una larga túnica blanca, la condesa Erzsébet le dio la
bienvenida de vuelta al hogar con amabilidad, pero llamaradas de
furia salían de sus ojos; la pobre ni se imaginaba lo que le
esperaba. Con la ayuda de Piroska, Ficzko y Helena Jo, arrancó las
ropas de la doceañera y la metieron en una especie de jaula. Esta
particular jaula estaba construida como una esfera, demasiado
estrecha para sentarse y demasiado baja para estar de pie. Por su
[cara] interior, estaba forrada de cuchillas del tamaño de un dedo
pulgar. Una vez la muchacha estuvo en el interior, levantaron
bruscamente la jaula con la ayuda de una polea. Pola intentó evitar
cortarse con las cuchillas, pero Ficzko manipulaba las cuerdas de tal
modo que la jaula se balancease de lado a lado, mientras que desde
abajo Piroska la punzaba con un largo pincho para que se retorciera
de dolor. Un testigo afirmó que Piroska y Ficzko se dieron al trato
carnal durante la noche, acostados sobre las cuerdas, para obtener un
malsano placer del tormento que con cada movimiento padecía la
desdichada. El tormento terminó al día siguiente, cuando las carnes
de Pola estuvieron despedazadas por el suelo".
Esta
descripción tiene su parecido con otro artilugio de tortura
utilizado por Báthory, llamado Doncella
de hierro, la cual era una
especie de sarcófago que reflejaba la silueta de una mujer y que por
dentro tenía afilados pinchos. Este artilugio se abría para
introducir a la víctima y luego encerrarla para que los pinchos se
le incrustaran en su cuerpo.
Es
imposible saber, hoy en día, qué sucedió realmente. Desde el punto
de vista psiquiátrico,
Erzsébet Báthory sería una anomalía que se sale del patrón común
a todos los asesinos en serie conocidos. En la época era común
castigar cruelmente a siervos y pupilos, y ejecutar incluso a
pequeños delincuentes de las maneras más espantosas. Puede que
Erzsébet fuera inocente, y sólo se comportara como una noble más
de su época. Quizás fuera sádica,
y en consecuencia se aplicara especialmente a la hora de imponer
disciplina, o incluso obligara a sus sirvientas a tomar parte en
prácticas sadomasoquistas
más o menos extremas; de nuevo, ninguna novedad para la nobleza de
su tiempo, cuya impunidad y poder legal les permitía tratar a la
servidumbre como quisieran. O quizás fue realmente una torturadora y
asesina en serie amparada en su status, que sólo se perdió cuando
por falta de nuevas víctimas entre la plebe
recurrió a las hijas de la nobleza menor que formaba.
Fuente: Wikipedia