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DOMAR EL ANTROXU
21.02.10 - 02:30 -
JOSÉ MARTÍNEZ |
Estos carnavales han sufrido con el mal tiempo y con la concejala de Festejos que pretende -un intento que ya viene del pasado año- cambiarlos para, según ella, democratizarlos y pasar de la monarquía del Rey del Goxu al republicanismo de no sé qué inventos. Para ello se le ha ocurrido el disparate de redactar unos estatutos por los que se rijan los próximos festejos y convocar unas elecciones normadas, cuando precisamente el Carnaval o Antroxu tiene como base la independencia, la transgresión, la burla y réplica del poder organizado y el situarse al margen de política y de religión. Los carnavales son del pueblo y para el pueblo y lógicamente se llevan mal con ataduras e imposiciones ajenas.
Es posible que, como ella afirma, Ana Hevia viva intensamente el Antroxu, pero no lo comprende como se deduce de sus intenciones. Los carnavales avilesinos nacieron y cobraron pujanza allá por los años ochenta y desde el Ayuntamiento se les apoyaba -y no se les dirigía- con infraestructura y algo de dinero. El resto lo hacían peñas, charangas, hosteleros y todos los participantes carnavaleros. No estaría mal que la concejala de Festejos preguntase y se dejara aconsejar por los dos primeros concejales del ramo de esta etapa democrática municipal que supieron entender, apoyar y fortalecer el Antroxu sin intentar dirigirlo.
Curiosamente, el Carnaval avilesino fue, poco a poco, languideciendo, perdiendo pujanza y declinando al mismo tiempo que se oficializaba y el Ayuntamiento iba tomando más protagonismo y, por lo tanto, olvidándose de su razón de ser. Claro que tampoco todo es culpa municipal, sino que los propios y básicos actores carnavalescos han ido perdiendo iniciativa, acomodándose y cayendo en la rutina.
Si se quiere que el Antroxu de Avilés vuelva a ser una referencia en el calendario asturiano de los carnavales -como lo era hasta hace unos años- hay que dejar las manos libres a las peñas y a su creatividad, sin injerencias oficialistas. Y como su hacer es positivo para el turismo y la economía local, el Ayuntamiento debe apoyar en lo que pueda, pero sin caer en la tentación del dirigismo absurdo y contraproducente de domar al Antroxu.
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