Vuestro séquito se queda atrás
como el hilo de Ariadna, fuerte y tenue.
Muestra el camino que los dos habéis recorrido
por los laberintos del tiempo hasta este santuario.
Los labios de la persona que amáis
son el vino que llena el cáliz de la comunión,
y vuestras cabezas rebosan de divinos recuerdos
que amasasteis en pan trenzado de boda.
Ahora juntad vuestras manos en el lazo anudado
que vuestro amor debe llenar y el uno al otro hablad;
prometed ahora que seréis una carne y leales,
entretejiendo vuestros votos de matrimonio hasta conseguir
que vuestra unión quede protegida en alguna parte de vuestro corazón.
Elizabeth Barrette
